viernes, 7 de noviembre de 2008

¡Adios Púas!

Sinceramente no sé como empezar esto. Tengo bastantes cosas que decir, pero no adquieren ningún orden en mi mente.

Simplemente es que (y con esto demostraré mis diez años mentales) me cuesta entender lo que sucedió ayer. No entiendo como estabas entre mis manos moviéndote y pataleando e instantes después estabas inmóvil. Es verdad, tu cuerpo aún seguía allí, en mis manos, como tantas otras veces en estos cuatro años. Pero tú ya no, te habías ido. Y lo único que quedaba de lo que segundos antes habías sido tú, era tu cuerpo, tus púas y tu sangre, mucha, demasiada. Pero de ti, ni rastro.

No diré que fuiste la mejor mascota, ni la más mona, ni la más atenta. Porque sería mentira. Eso si, eras bastante peculiar. No todo el mundo tiene un erizo por mascota. Y a mi me gustaba decirlo. Pero lo que sí tenías, era una gran cualidad que vosotros, las mascotas sí tenéis. Pero que al ser humano se le olvida, a pesar de su importancia. Y es que siempre estabas ahí. Daba igual lo que haya hecho, lo que haya pasado. Siempre estabas ahí.

No puedo evitar sentirme culpable de tu muerte. Yo que controle cada día de tu vida, debí de haber sabido evitar que te fueras así. Y a pesar de que siento que no hice cuanto pude y cientos de "¿Y si...?" rondan por mi cabeza ( ¿a dónde irán a parar todas las cosas que pudimos hacer y no hicimos? supongo que al mismo sitio que estas tú ahora.) No sabía qué más hacer, qué más podía hacer. Puede que no pudiera haber hecho más de lo que hice, pero siempre me quedará la duda.

En fin no voy a extenderme más, porque esta empezando a costarme seguir. Sé que habrá gente que no entienda esto, pero creo que lo mínimo que podía hacer por ti era darte una buena despedida.

¡Adiós amigo!

Edalie.

No hay comentarios: